Hugo Wolf
El año 1897 empezó bien para Hugo Wolf. En junio del año anterior se había estrenado su primera ópera, Der Corregidor. Él hubiera querido que el estreno fuera en Viena; no lo consiguió y lo intentó también en Berlín y en Praga; finalmente el estreno fue en Weimar. Se hizó una única función al estar ya a finales de temporada y cabía esperar que en la siguiente temporada se representara más veces pero el traslado del director y varios cantantes de la compañía a otros teatros hizo que se abandonara el proyecto. Aún así, la representación había sido un éxito y Wolf estaba satisfecho.
Después del estreno el compositor se había mudado a una casa en Viena; era la primera vez que disfrutaba de una casa para él solo y lo hacía gracias a la generosidad de sus amigos. Merece la pena que nos detengamos sobre este punto. Hugo Wolf tenía lo que eufemísticamente se llama "un carácter fuerte". Era arrogante e irascible, sus ataques de ira eran célebres y de sus tiempos como crítico musical se cuenta que sus críticas eran feroces (se hacían juegos de palabras con su apellido, Wolf, "lobo" en alemán), tan duras como las de Brahms pero en versión vitriólica, con la diferencia de que por aquel entonces Brahms era un compositor consagrado que se había ganado la estima de muchos y el respeto de casi todos y Wolf era un jovenzuelo con tendencias iconoclastas que apenas había compuesto nada. Pero también podía ser encantador, y los alumnos de las clases de piano que dio durante un tiempo para mantenerse vivían entre fascinados y aterrados con su carácter seductor o explosivo según el día. Llama la atención que, pese a ese carácter imprevisible y a menudo desagradable, tuviera un círculo de amigos leales que se preocupaban mucho por él; parece que Wolf sabía hacerse querer y algo bueno debía ofrecer a sus amigos puesto que fueron ellos quienes a partir de 1888 le proporcionaron diversos lugares para vivir y le dieron la tranquilidad económica necesaria para poder dedicarse exclusivamente a la composición. Así empezaron sus años más fértiles en los que compuso la mayor parte de sus lieder, esas obras estupendas por las que hoy le recordamos.
Volvamos a 1897. En febrero tuvieron lugar dos recitales de lieder de Wolf, en Viena y Graz, con mucho éxito (y buenos resultados económicos) y en abril se fundó la Sociedad Hugo Wolf de Viena para encargarse de la publicación y difusión de sus composiciones y de la organización de conciertos. En mayo, además, comenzó a recibir una asignación de un mecenas anónimo que le permitía despreocuparse todavía más del dinero. En ese entorno agradable comenzó comenzó en marzo a componer su segunda ópera, Manuel Venegas, y un nuevo ciclo de canciones. El poeta elegido en esta ocasión era Miguel Ángel Buonarroti; un amigo le había regalado a Wolf un volumen de poemas suyos por Navidad, al compositor le habían gustado mucho y compuso rápidamente las tres primeras canciones. Por desgracia fueron sus últimas obras acabadas. El motivo fue el rápido deterioro de su salud. Y Gustav Mahler fue considerado durante muchos años como culpable de ese deterioro.
Desde mayo de 1897 Gustav Mahler era el nuevo director de la Ópera de Viena. En seguida se vio que el compositor iba a dar un nuevo aire a la institución, alejado del conservadurismo de los tiempos anteriores Wolf estaba satisfecho con el cambio y alabó el trabajo del recién llegado director; además, por fin iba a estrenarse su ópera en Viena, Mahler se la había aceptado, y así se lo contó Wolf a su madre en una carta en junio de aquel año. Gustav Mahler y Hugo Wolf se conocían desde hacía muchos años; ambos habían ingresado en el Conservatorio de Viena a los quince años recién llegados a la ciudad y compartieron dormitorio hasta que Wolf fue expulsado del conservatorio durante su segundo curso, al parecer por sus continuos enfrentamientos con los profesores y sus ataques de ira. El muchacho siguió su formación musical de forma autodidáctica y Wolf y Mahler continuaron con su amistad. Los dos querían dedicarse plenamente a la composición pero al ser económicamente inviable Mahler optó por compaginarlo con la dirección de orquesta, lo que le alejó de Viena durante unos años, y Wolf se dedicó a escribir críticas y dar clases particulares hasta que contó con el apoyo económico de sus amigos. Sus caminos se separaron pero mantuvieron una cierta relación, de ahí que Wolf se sintiera tan animado con el nombramiento de Mahler como director de la Ópera de Viena.
Un día de septiembre de 1897 los dos compositores o, mejor dicho en este caso, director y compositor se encontraron en el despacho de Mahler para hablar sobre Der Corregidor. Wolf quería que se estrenara inmediatamente, a primeros de 1898, y Mahler lo descartó porque tenía una programación que cumplir, programación que además no dependía totalmente de él; era imposible estrenar Der Corregidor enseguida. Wolf no aceptó los argumentos de Mahler, los tomó como excusas y montó una escena terrible en su despacho, del que tuvieron que sacarle por la fuerza entre dos hombres. Aquel encuentro, aquel desencuentro, fue el principio del fin para Wolf.
Después del estreno el compositor se había mudado a una casa en Viena; era la primera vez que disfrutaba de una casa para él solo y lo hacía gracias a la generosidad de sus amigos. Merece la pena que nos detengamos sobre este punto. Hugo Wolf tenía lo que eufemísticamente se llama "un carácter fuerte". Era arrogante e irascible, sus ataques de ira eran célebres y de sus tiempos como crítico musical se cuenta que sus críticas eran feroces (se hacían juegos de palabras con su apellido, Wolf, "lobo" en alemán), tan duras como las de Brahms pero en versión vitriólica, con la diferencia de que por aquel entonces Brahms era un compositor consagrado que se había ganado la estima de muchos y el respeto de casi todos y Wolf era un jovenzuelo con tendencias iconoclastas que apenas había compuesto nada. Pero también podía ser encantador, y los alumnos de las clases de piano que dio durante un tiempo para mantenerse vivían entre fascinados y aterrados con su carácter seductor o explosivo según el día. Llama la atención que, pese a ese carácter imprevisible y a menudo desagradable, tuviera un círculo de amigos leales que se preocupaban mucho por él; parece que Wolf sabía hacerse querer y algo bueno debía ofrecer a sus amigos puesto que fueron ellos quienes a partir de 1888 le proporcionaron diversos lugares para vivir y le dieron la tranquilidad económica necesaria para poder dedicarse exclusivamente a la composición. Así empezaron sus años más fértiles en los que compuso la mayor parte de sus lieder, esas obras estupendas por las que hoy le recordamos.
Volvamos a 1897. En febrero tuvieron lugar dos recitales de lieder de Wolf, en Viena y Graz, con mucho éxito (y buenos resultados económicos) y en abril se fundó la Sociedad Hugo Wolf de Viena para encargarse de la publicación y difusión de sus composiciones y de la organización de conciertos. En mayo, además, comenzó a recibir una asignación de un mecenas anónimo que le permitía despreocuparse todavía más del dinero. En ese entorno agradable comenzó comenzó en marzo a componer su segunda ópera, Manuel Venegas, y un nuevo ciclo de canciones. El poeta elegido en esta ocasión era Miguel Ángel Buonarroti; un amigo le había regalado a Wolf un volumen de poemas suyos por Navidad, al compositor le habían gustado mucho y compuso rápidamente las tres primeras canciones. Por desgracia fueron sus últimas obras acabadas. El motivo fue el rápido deterioro de su salud. Y Gustav Mahler fue considerado durante muchos años como culpable de ese deterioro.
Desde mayo de 1897 Gustav Mahler era el nuevo director de la Ópera de Viena. En seguida se vio que el compositor iba a dar un nuevo aire a la institución, alejado del conservadurismo de los tiempos anteriores Wolf estaba satisfecho con el cambio y alabó el trabajo del recién llegado director; además, por fin iba a estrenarse su ópera en Viena, Mahler se la había aceptado, y así se lo contó Wolf a su madre en una carta en junio de aquel año. Gustav Mahler y Hugo Wolf se conocían desde hacía muchos años; ambos habían ingresado en el Conservatorio de Viena a los quince años recién llegados a la ciudad y compartieron dormitorio hasta que Wolf fue expulsado del conservatorio durante su segundo curso, al parecer por sus continuos enfrentamientos con los profesores y sus ataques de ira. El muchacho siguió su formación musical de forma autodidáctica y Wolf y Mahler continuaron con su amistad. Los dos querían dedicarse plenamente a la composición pero al ser económicamente inviable Mahler optó por compaginarlo con la dirección de orquesta, lo que le alejó de Viena durante unos años, y Wolf se dedicó a escribir críticas y dar clases particulares hasta que contó con el apoyo económico de sus amigos. Sus caminos se separaron pero mantuvieron una cierta relación, de ahí que Wolf se sintiera tan animado con el nombramiento de Mahler como director de la Ópera de Viena.
Un día de septiembre de 1897 los dos compositores o, mejor dicho en este caso, director y compositor se encontraron en el despacho de Mahler para hablar sobre Der Corregidor. Wolf quería que se estrenara inmediatamente, a primeros de 1898, y Mahler lo descartó porque tenía una programación que cumplir, programación que además no dependía totalmente de él; era imposible estrenar Der Corregidor enseguida. Wolf no aceptó los argumentos de Mahler, los tomó como excusas y montó una escena terrible en su despacho, del que tuvieron que sacarle por la fuerza entre dos hombres. Aquel encuentro, aquel desencuentro, fue el principio del fin para Wolf.
Hugo Wolf y Gustav Mahler alrededor de los veinte años
Sobre lo que sucedió en los días siguientes hay diferentes versiones pero en cualquier caso parece claro que quedó terriblemente transtornado. Wolf explicó a varios amigos que era el nuevo director de la Ópera de Viena; los amigos, confusos, lo tomaron como una broma al principio, pero pronto se dieron cuenta de que no lo era. Uno de ellos, Walter Bockmayer, había organizado una velada musical en su casa para el 18 de septiembre en la que Wolf iba a interpretar las partes de Manuel Venegas que ya tenía compuestas. Ese mismo día por la mañana el composito forzó a otros dos amigos, Hellmer y Haberlandt, a acompañarle a casa del tenor Hermann Winkelmann, cantante de la Ópera de Viena, para ordenarle que se presentara esa tarde en casa de Bockmayer para interpretar los fragmentos de su ópera. Entre todos consiguieron engañar a Wolf y llevarselo a descansar, les constaba que llevaba muchas horas sin dormir y en ayunas y confiaban que más tarde se encontraría mejor. No fue así; durante la velada tocó y cantó con normalidad pero siguió insistiendo en que era el director de la Ópera de Viena, amenazando con despedir a su personal, comenzando por Winkelmann, y diciendo en tono conspirativo que "ya se había librado de él" cuando alguien se atrevía a recordarle que el director no era él sino Mahler.
En esa reunión había un médico que aconsejó que Wolf fuera internado inmediatamente. Al día siguiente el compositor se vistió con sus mejores galas para la ceremonia de nombramiento como director; sus amigos le acompañaron y le llevaron a la clínica privada del Dr. Svetlin, donde quedó ingresado. De su triste estado nos da una idea el que una vez allí se creía, además del director de la institución, el dios Júpiter. En unos pocos meses mejoró lo suficiente como para dejar la clínica; a finales de enero salió, pasó un tiempo con sus amigos, cumplió su sueño de viajar a Italia, acompañado por su hermana, y a las pocas semanas volvió a Viena. Era cierto que estaba mejor pero la enfermedad que sufría, sífilis, seguía haciendo estragos; intentó componer pero apenas si pudo revisar algunas canciones.
Wolf era dolorosamente consciente de su estado: "La más mínima ocupación mental me agota. Creo que todo ha acabado para mi. No leo, no escribo música, no pienso. Vegeto. Esta es la auténtica imagen de mi vida interior." En octubre de 1898 intento suicidarse lanzándose al río; después de eso él mismo pidió volver a ingresar en un sanatorio, su única condición fue que no fuera el del Dr. Svetlin. Esta vez el ingreso fue definitivo, salir de allí le transtornaba demasiado. Sus últimos años fueron muy duros. En sus días buenos tocaba el piano en su habitación con un enfermero; la mayor parte del tiempo no recordaba quién era, ni a sus amigos. A partir de 1900 se extendió la parálisis que había comenzado a sufrir y murió el 22 de febrero de 1903.
Mahler quedó muy afectado por lo sucedido. En 1880 Wolf y él habían lamentado juntos el desgraciado caso de su amigo y compañero en el conservatorio Hans Rott, que a los veintidós años había sido internado en un sanatorio tras ser detenido en un tren apuntando a un pasajero con una pistola y gritando que Brahms había puesto dinamita en el tren para volarlo. ¿Por qué Brahms? Porque éste, con su poco tacto habitual, había criticado con dureza su obra, y Rott se había transtornado completamente. Ahora se repetía la historia con Wolf y él. Pero, en realidad, ¿qué responsabilidad tenía Mahler en la locura de Wolf? Creo sinceramente que ninguna, por más que los amigos de éste le acusaran y nunca dejaran de recordarle que por su culpa le habían perdido.
En esa reunión había un médico que aconsejó que Wolf fuera internado inmediatamente. Al día siguiente el compositor se vistió con sus mejores galas para la ceremonia de nombramiento como director; sus amigos le acompañaron y le llevaron a la clínica privada del Dr. Svetlin, donde quedó ingresado. De su triste estado nos da una idea el que una vez allí se creía, además del director de la institución, el dios Júpiter. En unos pocos meses mejoró lo suficiente como para dejar la clínica; a finales de enero salió, pasó un tiempo con sus amigos, cumplió su sueño de viajar a Italia, acompañado por su hermana, y a las pocas semanas volvió a Viena. Era cierto que estaba mejor pero la enfermedad que sufría, sífilis, seguía haciendo estragos; intentó componer pero apenas si pudo revisar algunas canciones.
Wolf era dolorosamente consciente de su estado: "La más mínima ocupación mental me agota. Creo que todo ha acabado para mi. No leo, no escribo música, no pienso. Vegeto. Esta es la auténtica imagen de mi vida interior." En octubre de 1898 intento suicidarse lanzándose al río; después de eso él mismo pidió volver a ingresar en un sanatorio, su única condición fue que no fuera el del Dr. Svetlin. Esta vez el ingreso fue definitivo, salir de allí le transtornaba demasiado. Sus últimos años fueron muy duros. En sus días buenos tocaba el piano en su habitación con un enfermero; la mayor parte del tiempo no recordaba quién era, ni a sus amigos. A partir de 1900 se extendió la parálisis que había comenzado a sufrir y murió el 22 de febrero de 1903.
Mahler quedó muy afectado por lo sucedido. En 1880 Wolf y él habían lamentado juntos el desgraciado caso de su amigo y compañero en el conservatorio Hans Rott, que a los veintidós años había sido internado en un sanatorio tras ser detenido en un tren apuntando a un pasajero con una pistola y gritando que Brahms había puesto dinamita en el tren para volarlo. ¿Por qué Brahms? Porque éste, con su poco tacto habitual, había criticado con dureza su obra, y Rott se había transtornado completamente. Ahora se repetía la historia con Wolf y él. Pero, en realidad, ¿qué responsabilidad tenía Mahler en la locura de Wolf? Creo sinceramente que ninguna, por más que los amigos de éste le acusaran y nunca dejaran de recordarle que por su culpa le habían perdido.
Estudio de Hugo Wolf en su casa de la Schwindgasse, 4 (Viena)
Por una parte, está más que documentado que los problemas mentales de Wolf venían de muy lejos; en los meses anteriores a la escena con Mahler su comportamiento se había hecho cada vez más extraño e incluso sus amigos más benevolentes tuvieron que aceptar que, por más que cuando componía pareciera "poseído por un demonio", en los últimos tiempos había ido más allá y estaban sinceramente preocupados. La decepción sufrida al no ver inmediatamente estrenada su ópera en Viena pudo haber sido un desencadenante, pero dada la progresión inexorable de la sífilis, antes o después hubiera habido otro.
Por otra parte está la promesa de Mahler de llevar a escena Der Corregidor. El compositor había llegado a dirigir la ópera de Viena en mayo de 1896, después de luchar mucho y salvar muchos escollos para conseguirlo; había muchos ojos pendientes de él, del más mínimo fallo, para hacerle caer. ¿Y ya en junio le había prometido a Wolf representar su ópera, como escribió este a su madre? Parece más probable que hubieran hablado de ello, sin llegar a concretar nada, y Wolf, en su delirio, o llevado por la euforia, lo hubiera dado por hecho. Mahler encontraba interesante Der Corregidor aunque opinaba que le faltaba coherencia dramática, que era una "ópera de canciones"; a pesar de eso parece que estaba realmente dispuesto a estrenarla, en parte por sus méritos, en parte por su antigua amistad con Wolf. Los miembros de la Sociedad Hugo Wolf le acusaron de haber mentido, de haber permitido que su amigo se hiciera ilusiones cuando en realidad no tenía ninguna intención de representar su obra y le había dicho que sí sólo por sacarselo de encima. Es comprensible que el dolor de los amigos de Wolf les hiciera perder objetividad pero no se pueden descartar otros motivos para estas acusaciones: uno de los socios más belicosos era el tesorero, Theodor Köchert, conocido por su antisemitismo. Finalmente, Gustav Mahler cumplió con su promesa de estrenar Der Corregidor como homenaje a su antiguo amigo (o lo hizo obligado por las circunstancias, según sus enemigos), el 12 de febrero de 1904.
Hugo Wolf ansiaba triunfar como compositor de ópera y cualquier otra cosa le parecía un fracaso. No lo consiguió, el recorrido de Der Corregidor fue muy corto en su día, el estreno en Viena pasó sin pena ni gloria y no ha tenido mejor suerte con el paso del tiempo. Su obra liederística, sin embargo, es impresionante, y sus tres últimos lieder, compuestos en plena madurez creativa a los treinta y siete años son una buena muestra de su talento. Su método de composición de canciones era cuando menos curioso: si un poeta le interesaba elegía los poemas y componía las canciones una tras otra, habitualmente por docenas; cuando acababa, raramente volvía a hacerle caso al autor. Normalmente elegía poetas poco frecuentados por otros compositores, y cuando elegía a alguien tan "explotado" como Goethe lo hacía porque creía que sus versiones superaban las de sus predecesores. No se trataba tanto de que se creyera mejor compositor que Schubert, por poner un caso, sino de que creía que los medios técnicos con que contaba Schubert eran insuficientes. Por seguir con el ejemplo, cuando Wolf compuso su Prometheus en 1889 Wagner y Liszt ya habían abierto un mundo de posibilidades armónicas con las que Schubert no contaba cuando compuso el suyo en 1818. Con nuestra perspectiva entendemos que cada uno era hijo de su tiempo, pero Wolf no sentía ningún aprecio por aquellas obras compuestas "a la antigua usanza".
Miguel Ángel era uno de los poetas con escasa presencia en el lied hasta entonces; la gran mayoría de las canciones escritas con sus poemas (Schoeck, Britten, Shostakovich) son posteriores a Wolf. No sabemos cuántos lieder hubiera escrito de haber podido; se tiene constancia de que quemó un cuarto a medio componer, y según algunas fuentes había marcado nueve poemas en su libro (que, por cierto, era una traducción al alemán de Walter Heinrich Robert-Tornow). Lo cierto es que sólo tuvo tiempo de componer tres, los tres para bajo: Wohl denk' ich oft, Alles endet was entsteht y Fühl meine Seele. Podemos escucharlos en esta lista de reproducción interpretadas por Hans Hotter y Hubert Giesen.
Por otra parte está la promesa de Mahler de llevar a escena Der Corregidor. El compositor había llegado a dirigir la ópera de Viena en mayo de 1896, después de luchar mucho y salvar muchos escollos para conseguirlo; había muchos ojos pendientes de él, del más mínimo fallo, para hacerle caer. ¿Y ya en junio le había prometido a Wolf representar su ópera, como escribió este a su madre? Parece más probable que hubieran hablado de ello, sin llegar a concretar nada, y Wolf, en su delirio, o llevado por la euforia, lo hubiera dado por hecho. Mahler encontraba interesante Der Corregidor aunque opinaba que le faltaba coherencia dramática, que era una "ópera de canciones"; a pesar de eso parece que estaba realmente dispuesto a estrenarla, en parte por sus méritos, en parte por su antigua amistad con Wolf. Los miembros de la Sociedad Hugo Wolf le acusaron de haber mentido, de haber permitido que su amigo se hiciera ilusiones cuando en realidad no tenía ninguna intención de representar su obra y le había dicho que sí sólo por sacarselo de encima. Es comprensible que el dolor de los amigos de Wolf les hiciera perder objetividad pero no se pueden descartar otros motivos para estas acusaciones: uno de los socios más belicosos era el tesorero, Theodor Köchert, conocido por su antisemitismo. Finalmente, Gustav Mahler cumplió con su promesa de estrenar Der Corregidor como homenaje a su antiguo amigo (o lo hizo obligado por las circunstancias, según sus enemigos), el 12 de febrero de 1904.
Hugo Wolf ansiaba triunfar como compositor de ópera y cualquier otra cosa le parecía un fracaso. No lo consiguió, el recorrido de Der Corregidor fue muy corto en su día, el estreno en Viena pasó sin pena ni gloria y no ha tenido mejor suerte con el paso del tiempo. Su obra liederística, sin embargo, es impresionante, y sus tres últimos lieder, compuestos en plena madurez creativa a los treinta y siete años son una buena muestra de su talento. Su método de composición de canciones era cuando menos curioso: si un poeta le interesaba elegía los poemas y componía las canciones una tras otra, habitualmente por docenas; cuando acababa, raramente volvía a hacerle caso al autor. Normalmente elegía poetas poco frecuentados por otros compositores, y cuando elegía a alguien tan "explotado" como Goethe lo hacía porque creía que sus versiones superaban las de sus predecesores. No se trataba tanto de que se creyera mejor compositor que Schubert, por poner un caso, sino de que creía que los medios técnicos con que contaba Schubert eran insuficientes. Por seguir con el ejemplo, cuando Wolf compuso su Prometheus en 1889 Wagner y Liszt ya habían abierto un mundo de posibilidades armónicas con las que Schubert no contaba cuando compuso el suyo en 1818. Con nuestra perspectiva entendemos que cada uno era hijo de su tiempo, pero Wolf no sentía ningún aprecio por aquellas obras compuestas "a la antigua usanza".
Miguel Ángel era uno de los poetas con escasa presencia en el lied hasta entonces; la gran mayoría de las canciones escritas con sus poemas (Schoeck, Britten, Shostakovich) son posteriores a Wolf. No sabemos cuántos lieder hubiera escrito de haber podido; se tiene constancia de que quemó un cuarto a medio componer, y según algunas fuentes había marcado nueve poemas en su libro (que, por cierto, era una traducción al alemán de Walter Heinrich Robert-Tornow). Lo cierto es que sólo tuvo tiempo de componer tres, los tres para bajo: Wohl denk' ich oft, Alles endet was entsteht y Fühl meine Seele. Podemos escucharlos en esta lista de reproducción interpretadas por Hans Hotter y Hubert Giesen.
Artículo publicado en Codalario Premium (enero 2015)