La caravana - Girardet
La caravana - E. Girardet
 
Marruecos, India, Java, Indochina, Andalucía, Japón, Grecia, India, las Antillas... Oriente. Un mundo más imaginario que real que durante el siglo XIX fascinó a los artistas franceses. Harenes, desiertos jardines siempre en flor, baños turcos, cortinas que ocultan misterios, danzas sinuosas... Un poco de todo esto encontramos en la mélodie francesa. ¿Cuál es el origen del orientalismo en Francia?

Podemos definir en pocas palabras el orientalismo como el interés de los occidentales por el arte, la cultura y la literatura de Oriente, y como el movimiento estético que se deriva de este interés. Más complicado es definir que entendemos por Oriente: como veremos, es un concepto que ha ido variando con el tiempo.

Probablemente el primer Oriente fue el camino hacia Tierra Santa, doscientos años de Cruzadas, de dificultosos viajes y de contacto no precisamente cultural entre moros y cristianos; los hombres que volvían a su casa en Europa contaban historias de esos países lejanos con costumbres tan diferentes y tan poco cristianas. Pero no nos remontaremos hasta tan atrás para poner las bases del orientalismo en Francia; nos situaremos a finales del siglo XVII. Para entonces ya se habían fundado las principales Compañías de las Indias, que gestionaban las relaciones comerciales entre las metrópolis europeas y sus colonias, y los sugerentes nombres de Indias Orientales (las colonias en Asia) e Indias Occidentales (las Bahamas y las Antillas, principalmente) empezaron a sonar con frecuencia en Europa. En ese siglo también se afianzaron las relaciones comerciales y diplomáticas entre el Imperio Otomano y Francia (haciendo bueno el dicho de que nada une tanto como un enemigo común), afianzandose de paso la presencia del orientalismo en la cultura francesa: a principios de siglo XVIII se publica la primera traducción al francés de Las mil y una noches, Montesquieu publica en 1721 sus Cartas persas y Voltaire en 1747 Zadig. En lo musical, podemos citar la ópera Les indes galantes de Rameau (1735) y, fuera de Francia, The Indian Queen de Purcell (1695) o El rapto en el serrallo de Mozart (1782); siempre miradas amables sobre Oriente, incluso en el caso de Mozart, cuando la ciudad de Viena había pasado no hacía tanto algunos apuros, por así decirlo, con el Imperio Otomano.

El orientalismo en el siglo XIX

Pero es durante el siglo XIX cuando el orientalismo se convierte en un rasgo característico de la música francesa y en concreto de la mélodie a partir de su eclosión en los años 70. Tres son los hechos históricos que contribuyen a fomentar esta corriente estética. El primero, la expedición napoleónica a Egipto y Siria, entre los años 1798 y 1801; por supuesto se trató de una campaña militar, pero Napoleón se hizo acompañar de una comisión científica y cultural que tenía como misión documentar y catalogar los monumentos de esas tierras desconocidas; el trabajo de la comisión se publicó en la monumental obra Description de l’Egypte. El segundo hecho es la guerra de independencia de Grecia (1821-1831), que hasta ese momento formaba parte del Imperio Otomano; este proceso, tan vinculado al movimiento romántico, descubrió una nueva Grecia “oriental”, más allá de la Grecia “clásica”. Finalmente, el tercer hecho es la invasión de Argelia en 1830, comenzando así el gran imperio colonial francés que ocupó buena parte del noroeste de África y del sudoeste de Asia y pasó a formar parte de ese Oriente que a mediados de siglo XIX excitaba la imaginación y las ganas de conocer otros mundos de los franceses y acabó por convertirse en buena parte en una fantasía. Aún habría que añadir a este imaginario la que se consideraba la puerta de Oriente, España, o esa España también idealizada y vinculada al mundo árabe que recogió, por ejemplo, el escritor americano Washington Irving en sus Cuentos de la Alhambra.

¿Por qué atraía tanto el Oriente a los artistas franceses? Podemos barajar algunos motivos con la ayuda de algunos pintores. Para aquellos deseosos de viajar, de conocer nuevos paisajes, el Oriente representaba un mundo nuevo; quienes no se podían permitir el viaje soñaban con esas tierras lejanas a partir de las experiencias ajenas. Eugène Delacroix, por ejemplo, formó parte de una delegación diplomática siendo ya una figura consagrada y pasó seis meses en Marruecos y Argelia durante 1832.
 
 
Turc amb turbant - Eugene Delacroix
 
Turco con turbante - E. Delacroix
 
Oriente ofrecía también el reencuentro con culturas primitivas, puras, no contaminadas con los vicios de la civilización europea; en este sentido, Oriente podría representar el Paraíso en la Tierra, al menos esa es la idea que nos transmite Paul Gauguin en muchas de sus obras. También representaba un mundo misterioso y fascinante, un mundo con harenes apenas entrevistos, con sensuales esclavas y donde la poligamia era moneda corriente; una idealización que incluso en su contexto cultural sorprende, cuando menos la de la esclavitud.
 
 
Arearea - Paul Gauguin
 
Arearea (Felicidad) - P. Gauguin
 
The Slave Market - Jean Leon Gerome
 
El mercado de esclavas - J. L. Gérôme
 
Finalmente, apuntamos un motivo más, relacionado con el anterior, y que ilustran bien el cuadro Almuerzo sobre la hierba de Edouard Manet y el escándalo que se produjo cuando se expuso públicamente. ¿Por qué ese escándalo, si ante cuadros como El mercado de esclavas de Jean Léon Gérôme no hubo la misma reacción? Porque el desnudo en la obra de Manet es un desnudo en una escena cotidiana, sin la “coartada” que procuran las escenas mitológicas, del Antiguo Testamento u orientales. El orientalismo es también una forma de representar desnudos, expresar erotismo y sensualidad sin provocar escándalo. O, al menos, no demasiado escándalo.
 
 
Almuerzo sobre la hierba - Manet
 
Almuerzo sobre la hierba - E. Manet
 
A partir de los años treinta del siglo XIX, el orientalismo va impregnando la pintura, la novela o la música: Salambô de Flaubert, Los orientales de Victor Hugo, Los pescadores de perlas de Bizet o Thaïs de Massenet. También la mélodie, bebiendo de la poesía, se acercó al orientalismo, que acabó convirtiéndose en uno de sus rasgos característicos.

Orientalismo y mélodie

La mélodie surge como un género diferenciado de su predecesor, el romance, alrededor de los años 60 del siglo XIX, coincidiendo con los poetas simbolistas y parnasianos, de manera similar a como el lied alemán había surgido coincidiendo con los poetas románticos. Decíamos que el orientalismo es uno de sus rasgos característicos, ¿no hubo orientalismo en el lied alemán? Sí lo hubo pero de manera muy diferente, puesto que su origen era sobre todo académico; llegó a la poesía alemana de la mano de investigadores como Friedrich Rückert, el poeta de los Kindertotenlieder o los Rückert Lieder de Mahler. Rückert fue un prestigioso orientalista que tradujo la poesía de Hafiz, el poeta persa del siglo XIV. Escribió también poemas a la manera persa, y tenemos un buen ejemplo en el lied de Schubert Sei mir gegrüßt: se trata de un gazal, un poema de temática amorosa o erótica en el que un verso se repite insistentemente a cada estrofa. Es difícil reconocer el orientalismo en este lied si no tenemos un conocimiento previo de la forma poética, como lo sería también reconocerlo en Wie bist du meine Königin de Brahms, a partir de un gazal de Hafiz traducido por Georg Friedrich Daumer, si no fuera por una alusión a la cálida arena del desierto.

En cualquier caso, en el lied no es tan frecuente el orientalismo como el exotismo, entendiendo por exotismo el interés por lo que es ajeno a la propia cultura, esté en la otra punta del mundo o al lado de casa. Para Alemania lo exótico era el Mediterráneo, y así tenemos entre otros muchos lieder los Spanisches Liederbuch e Italianisches Liederbuch de Hugo Wolf, compuestos a partir de poemas españoles e italianos traducidos al alemán, en los que tampoco es sencillo identificar el aire local. El exotismo también está muy presente en la mélodie, y Maurice Ravel sería el compositor más representativo con sus Cinq mélodies populaires grecques, Chansons madécasses, Don Quichotte à Dulcinée o Deux chansons hebraïques... La extensión territorial de este exotismo es muy amplia, tanto que abarca también el folklore francés, un gran desconocido para los propios músicos franceses (los Chants d'Auvergne, por ejemplo, no fueron recuperados por Canteloube hasta después de la Primera Guerra Mundial).

La gran diferencia entre lied y mélodie es que en esta última se oyen el orientalismo y el exotismo; incluso en canciones relativamente tempranas como Adieu de l'hôtesse arabe de Georges Bizet tanto las ondulaciones de la melodía como el ritmo del acompañamiento transmiten un cierto aroma oriental. El aroma es indudable en Les filles de Cadix de Pauline Viardot. La compositora, hija y alumna del célebre tenor rossiniano Manuel García, conocía de primera mano la música popular andaluza y esa es la clave del orientalismo (o el exotismo) en la mélodie, el contacto con la música del país de origen, que permite que los compositores la imiten, con mayor o menor fortuna.

El contacto entre músicos de países vecinos a mediados o finales del siglo XIX relativamente fácil. No lo era tanto acercarse a la música oriental (hoy diríamos a las músicas orientales, que son muchas y variadas), pero las cinco exposiciones universales que tuvieron lugar en Paris dieron la ocasión a los músicos franceses de conocer por ejemplo la música tradicional de Indochina, Java o Madagascar, que tanto influyeron sobre Debussy o Ravel. La otra manera de conocer culturas lejanas era viajar, y esa fue la opción de Maurice Delage, alumno de Ravel, que viajó a la India y Japón y compuso posteriormente mélodies como Quatre poèmes hindous o Sept Haï-Kaï.

A pesar de esos contactos, la mélodie, la música francesa en general, difícilmente podía reproducir con fidelidad la música oriental, basada en escalas y tonos diferentes de los europeos, mucho más melódica que armónica, con timbres nuevos; obras como las que hemos ido citando sonaban a oídos de sus contemporáneos de finales del XIX o principios de XX realmente orientales, entre otras cosas porque no conocían la original y sin duda eran diferentes. A nuestros oídos del siglo XXI esa música suena... francesa. Inequívocamente francesa, y probablemente ese sea su mayor mérito, más allá incluso de su calidad o su belleza.

Audiciones

  • Sei mir gegrüßt (F. Schubert, F. Rückert, 1822), interpretada por Hans Hotter y Gerald Moore
  • Wie bist du meine Königin (J. Brahms, G.F. Daumer, 1865), interpretada por Hermann Prey y Leonard Hokanson
  • Auch kleine Dinge (H. Wolf, P. Heyse, 1860), el primero de los Italianisches Liederbuch, a partir de un poema popular italiano. Lo interpretan Mojca Erdmann i Gerold Huber
  • Adieux de l'hôtesse arabe (G. Bizet, V. Hugo, 1866), intepretada por Marilyn Horne y Martin Katz
  • Les filles de Cadix (P. Viardot, A. de Musset, 1884), con Cecilia Bartoli i Myung-Whun Chung
  • La flûte de Pan (C. Debussy, P. Louÿs, 1897). Primera de las tres Chansons de Bilitis, interpretada por Véronique Gens y Roger Vignoles.
  • Madras (M. Delage, Batrihari, 1912). Primera de los Quatre Poêmes Hindous, con texto atribuído al poeta indio Bhartrihari. Lo interpretan Felicity Lott y el Kammerensemble de Paris dirigido por Armin Jordan.
  • Aoua (M. Ravel, E.D.de Parny, 1925). El texto es una traducción de textos tradicionales de Île Bourbon (hoy Réunion). Lo interpretan Jessye Norman, Michel Debost (flauta), Renaud Fontanarosa (violonchelo) y Dalton Baldwin (piano).
  • Chanson à boire (M. Ravel, P. Morand, 1932). Tercera y última canción de Don Quichotte à Dulcinée, interpretada aquí por Laurent Naouri y David Abramovitz.
  • Les roses d'Ispahan (G. Fauré, Leconte de Lisle, 1884), número 15 de Vingt Mélodies, Deuxième Recueil. Lo interpretan Elly Ameling y Dalton Baldwin.
 
Artículo publicado en Codalario Premium (septiembre 2014)