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Aquesta setmana comptem amb la col·laboració de l'Asier, que ens presenta el compositor Andrés Isasi i una de les seves cançons, Refugio; l'interpreta el contratenor Carlos Mena acompanyat per Susana García de Salazar. Per a mi ha estat una troballa, és una cançó preciosa; espero que us agradi també. Gràcies, Asier!
 
Dreaming in green III - K. Konrad
Somiant en verd III - K. Konrad
 
Andrés Isasi (1890-1940) fue, por así decirlo, un compositor de paso. Bilbaíno de buena familia, llevó una vida tranquila, casi eremítica, alejada de los grandes focos y de las aspiraciones nacionalistas de los músicos de su época. A diferencia de Guridi y Usandizaga, que orientaron sus esfuerzos hacia la creación de un teatro lírico nacional vasco, el joven Isasi permaneció fiel a los valores de la tradición musical centroeuropea asimilados durante su estancia en Berlín, donde fue alumno predilecto de Engelbert Humperdinck. Gran amante de la literatura alemana moderna, vio enseguida que su mundo era el del sinfonismo, el de la forma pura, y no el de la música de inspiración popular.

Sus obras más alabadas fueron las estrenadas a su vuelta de la aventura berlinesa. Ahí estarían sus dos sinfonías, sus poemas sinfónicos, sus dos conciertos y un par de piezas de cámara. Esa música impregnada de germanismo, perfectamente posromántica, entraba muy bien en Madrid. De su poema sinfónico Amor dormido (1914) diría el ABC que “todo en la obra es espontaneidad sugestiva en la esencia y nobleza en la forma. Revela en el compositor vigorosa inspiración y conocimiento pleno de la técnica”. Su Segunda sinfonía (1918) causó también sensación en la capital.

Pero en Bilbao prevalecía la sensación de que el joven miraba demasiado a Europa. Por eso la vida musical vasca, inicialmente muy optimista ante su talento, acabó dándole la espalda y apenas programaría obras suyas durante las décadas de 1920 y 1930. Se vio así Isasi condenado a una suerte de destierro interior. Retirado en su lujosa villa familiar de Getxo, donde recibiría a buena parte de los principales artistas vascos del momento, siguió componiendo la música que lo hacía feliz hasta el final de sus días.

Estos últimos años nuestro compositor abandonó casi por completo la senda sinfónica y se concentró en obras de aliento intimista y matices más melancólicos. Fue la época de sus últimos cuartetos de cuerda, de las piezas para piano, de las canciones sobre poemas propios. Irradian muchas de ellas su pasión por la naturaleza, por el canto de las aves, su nostalgia de un pasado perdido, su recuerdo de ese campo “todo verde bajo el azul celeste”, su deseo de encontrar un Refugio de paz y para siempre.

Refugio 
 
Toda trocha que al mundo va
se pierde en mi rincón agreste.
¡Campo verde, mi campo, todo
verde bajo el azul celeste!
 

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